Valles calchaquies

Después de tantas idas y vueltas, y de analizar muestras posibilidades económicas en enero de este año decidimos recorrer los Valles Calchaquíes en bicicleta.


Es así que el 4 de enero tomamos un ómnibus hasta Salta y de ahí hasta Cachi, enclavada en las cercanías del Parque Nacional Los Cardones.


Los Valles Calchaquíes, una mezcla de tiempos pasados y futuro perenne. Pueblos condenados a la época colonial y a las vueltas alrededor de sus plazas. Con sus noches tranquilas y sus amores de cabotaje.


Nos quedamos dos días en un lugar donde la tradición sobrevuela la vida cotidiana de quienes, ajenos y lejanos a nuestro modo de vivir, demuestran simpleza y humildad con su lento y pausado caminar. Recorriendo sus calles angostas y sus museos.
Cachi adentro es un paseo obligatorio al igual que la pista de aterrizaje, lugar desde el cual se puede contemplar toda la comarca.

Es así que con la llegada de los Reyes Magos, y realizado el ritual de pasto, agua y esperanza, y recompensados los zapatos, colmados de ilusión, salimos con rumbo a nuestra primera parada, el pueblo de Molinos. Nuestro destino a 60 km, completamente equipados: GPS en mano, velocímetro en el manubrio y portaequipaje en la bicicleta, arribamos a Seclantás al mediodía. La inmensidad del paisaje que nos rodea. Paradas continuas, fotos, muchas fotos. El agua que se termina y los caminos que se separan. Al final Molinos.


En Molinos, el hambre de descanso desaparece alimentado por lo que este pueblo nos brinda, por la curiosidad y el interés de la historia de virreyes e indios que guarda entre sus muros. Además de recorrer la Plaza se puede conocer la zona vieja, lugar en donde se encuentra enclavada la iglesia del pueblo que data de hace más de un siglo.

Al igual que en los demás lugares paramos en el camping municipal, provisto de todas las comodidades a precios módicos.
Pasamos la noche y al otro día nos aprestamos para salir hacia Angastaco. Pasamos por estancias, atravesando una y otra vez el río Calchaquí.

En Angastaco es una obligación conocer el cine del pueblo, con sus máquinas en desuso, que antaño era lugar de reunión de todos los Angastenses. Hay que cerrar los ojos y mezclar aquellas imágenes de la inolvidable "Cinema Paradiso", filmar hacia dentro nuestra propia película, otra vez sensibilizados por el pasado, gran despertador de sensaciones.

Al mediodía estábamos retomando fuerzas en la estación de servicios, refrescándonos por $1 en la pileta de la hostería y recorriendo el pueblo. Nos dimos cuenta que todo lo que es extraño sorprende, así me cruce en los ojos otros ojos lugareños, me detuve asombrado; y asombrando. Gente amable, niños de mirada curiosa atentos a los forasteros montados en sus caballos de aluminio.


Después de una jornada de descanso, al otro día salimos hacia San Carlos. Esperábamos terminar el ripio del camino y alcanzar el asfalto. Estábamos quemados del lado izquierdo de nuestro cuerpo por el sol del amanecer. El clima no se presta para aventurarse por las siestas obligándonos a pedalear solamente por la mañana.


Nos levantamos al alba, y partimos al Camping de San Carlos como destino de ese día. Nos esperaba un suculento asado.

Después de un par de cuestas difíciles nos internamos en uno de los lugares más lindos que haya conocido, la Quebrada de las Flechas. Una formación rojiza de rocas, formada por la acción de los años. Puntas mirando hacia el cielo con forma de flechas. Después nos quedaba un tedioso pero no por eso disgustamte camino llano hacia San Carlos y nuestro asado.


Llegamos al mediodía nos refrescamos en las amplias piletas, descansamos, recorrimos el pueblo. Mateamos con los turistas que empezaban a llenar el camping, y al otro día a la tarde partimos hacia Cafayate 20 km más adelante.


A los pocos minutos de San Carlos se empieza a ver los viñedos de donde salen los vinos más conocidos de esta parte del país.
Cafayate es una ciudad de bicicletas. Lo que iba a ser una parada de dos días se transformó en el doble.


Sus peñas y el folclore que la envuelve hacen de esta ciudad un lugar muy especial. Con todas las comodidas para todos los bolsillos, está preparada para recibir a los turistas de cualquier parte del mundo.

Visitas obligadas son a las bodegas, en donde gratuitamente se las puede recorrer y degustar sus vinos.


Paseo obligado es llegar al Desfiladero, y desde ahí a pie con un poco más de esfuerzo intentar llegar a por lo menos la tercera de las siete cascadas que se encuentran en esa zona.


La vida nocturna es movida, ya sea yendo a los boliches o compartiendo una guitarreada en el lecho del rio. En estas reuniones nadie es desconocido, solo hace falta buena onda y ganas de cantar y pasarla bien entre amigos.


Así los días fueron pasando y el domingo nos levantamos antes del amanecer y empezamos la etapa más larga y difícil de nuestro recorrido. Cafayate - Tafí del Valle un poco más de 100 km, con la subida al Infiernillo en el medio.


Pasamos por Tolombóm, Colalao del Valle y finalmente Amaicha del Valle, con sus tradiciones milenarias. A mitad de camino no está permitido evitar las Ruinas de Quilmes, lugar de 200 años de resistencia a los españoles. Conocer un poco de historia y quedarse a dormir en el Hotel que se encuentra en el pie de las mismas.


Amaicha del Valle nos invita a descansar y a conocer las costumbres que perduran a través de los años. Si llegamos en el mes de febrero debemos conocer y participar de la Fiesta Nacional de la Pachamama, deidad inca de la Madre Naturaleza.
Después de descansar y retomar energías en el Camping partimos rumbo a Tafí del Valle, atravesando El infiernillo a más 3000 metros de altura.


Tafí del Valle nos espera con un clima totalmente distinto. La humedad de la provincia de Tucumán empieza a notarse desde el momento de llegar a las Banderas.


Diversidad y gusto para todos, el sitio ideal para terminar de rebalzar nuestras expectativas.


Tafí es el centro turístico por excelencia del NOA, con una infraestructura hotelera de primer nivel con todas las comodidades para el visitante. Ofrece a los turistas sus quesos y sus tapices, al igual que sus artesanías.


Nos quedamos disfrutando por dos días de este lugar, para luego partir rumbo a nuestros hogares. Fueron más de 450 km de aventuras, un viaje entre amigos.