El hilo.

Los meses invernales generalmente los aprovecho para efectuar explorers con la bici, que es un explorer?. Es meterse con la bici en lugares donde uno no sabe donde puede ir a parar.. ni como!.

Como me gusta transitar por donde no hay camino, la ventaja en el invierno es que la vegetación es menos densa; el consumo de líquidos es menor, no hay mosquitos y que se puede pedalear horas y horas sin que el sol pegue duro.

Mi meta era un arroyo cercano, el Manantiales en Alejandro Korn del que ya había relevado varios tramos bajándolo por la orilla. Un domingo de Junio salí con 6° desde Temperley, los 30 km de asfalto me sirvieron para calentar un poco los músculos a pesar del día nublado. Una breve parada técnica para comprar unas facturas y mediante un enlace de tierra llegue al arroyo.

Había “googleado” este parcial y eran solo 12 km.. desde arriba; en la práctica esos kilómetros siempre se estiran. Baje del camino y ya cruce un alambrado, más allá de que por derecho de sirga tendría que haber más de 20 metros libres desde la orilla jamás es así ya que los lugareños alambran todo para dejar pastorear el ganado. Por eso mismo la bici debe ir liviana, sin portaequipaje ya que con el pasar de los diferentes campos nos quedaríamos sin brazos de tanto alzarla.

Pedalee los primeros kilometros por una senda de vacas pero ahí nomas el trayecto se puso divertido porque se cerraba y el transito era con los yuyos a media rueda. Demás esta decir que con el rocío que había en unos segundos mis bermudas y piernas estaban empapadas.

Como el arroyo había sido canalizado hace unos años fui alternando la orilla con pasajes al otro lado del terraplén cuando había demasiada agua. A solo 7 km/h seguía avanzando lento pero constante, mi Merida patinaba bastante por el barrito y los pastos mojados, también amenizado por una garua constante.

La precaución al rodar en estos terrenos es tener la mirada cercana, es decir, barrer unos cuatro metros delante de la bici buscando pozos, ramas y esquivando los “hilos” eléctricos de los boyeros. Con la mitad del recorrido efectuado y doce cruces de alambrados pare a hace una breve parada técnica: Apoyado en un árbol caído, con columnas de vapor que salían de mi cuello y campera ataque unas facturas acompañadas por una chocolatada. La vista era tranquila y melancólica, todo el campo gris velado por la garua.

Proseguí la marcha y me encontré otro alambrado más, pero este venia con premio. Habían colocado el boyero a unos 30 cm del alambrado así que el cruce era más complicado.
Usando la Merida como apoyo y levantando mucho las piernas pase el hilo de unos 70 cm de altura, luego tome la bici y la alce pasándola entre ambos alambres. Se me complico por la altura de las púas del segundo pero pude alzarla y apoyarla del otro lado.

Pero luego del esfuerzo gire demasiado rápido, me incline para atrás y mi traste rozo el boyero eléctrico.. los charcos y el rocío que empapaban mi ropa hicieron el resto y la patada me estrello contra el alambrado de púas.

Mi aullido debe haber asustado al ganado en un par de kilómetros, entre mis carcajadas y el tembleque que me quedo no tenía fuerzas para trepar ese alambre fatídico.