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10 en bici por los 7 lagos

10 en bici por los 7 lagos

En realidad, los siete lagos fueron casi doce y, aclaro, no soy hincha de Boca. Sin embargo, la confusión de números no termina allí; quien escribe proyectó, en tanto “uno”, un viaje en el que se convirtió en “diez” (número sagrado si los hay) ¡Sí! Los diez fuimos uno. Diez pedaleantes con sus “rocinantes”.
Por mi parte, todo empezó a gestarse en Mataderos, ciudad de Buenos Aires, pero a la vez empezaba en otras partes, en otras cabezas: En Lanús Este, Juan Pablo “Aftosa”; en Lanús Oeste, Javier o “Largo”; en Pto. Madryn, Prov. de Chubut, Sergio o “Pingüino”; en San Lorenzo, Prov. de Sta. Fé, “May”, “Colo”, Rucci o “Largo blanco” y Brian “Ibiza”; en Hurlingham...
Juan Pablo dejó asentado el proyecto de su travesía en el sitio web de BTT. Allí comprobé que nuestras fechas coincidían. Me puse en contacto, me asesoró sobre cuestiones de bicicletas y accesorios, y arreglamos. Terminé comprando una Mérida sub 20 que bauticé “La Angelita”, porque asumida mi ignorancia respecto a los asuntos bicicleteriles (perdón por el neologismo), no me quedaba otra que entregarme y confiar en que haga las veces de “ángel de la guarda”... rodada compañía.
El 12 de Enero, nos vimos las caras en Retiro. Partimos en distintos micros hacia San Martín de los Andes pero quedamos en encontrarnos en la terminal sureña. El 13 de Enero, ya en San Martín (KM 0 de la travesía), rumbeamos hacia el camping “Catrite”, cuesta arriba, a 4 kms. del pueblo. Y claro, para cualquier iniciado no se hace fácil comenzar subiendo con una “pequeña” carga de alforjas de 75 litros. Así que, producto del intenso esfuerzo de la primera subida, conocimos a Sergio, quien bajaba hacia el pueblo desde “el Catrite”. Digo que fue consecuencia del esfuerzo, porque viéndolo bajar livianamente no atiné a otra cosa que exclamar: ¡está jodido, eh! ; lo cual ocasionó risas e intercambio de palabras que concluyeron en la propuesta de seguir viaje juntos. Nos quedamos dos noches en el Catrite. El 14 se sumó Javier, a quien también encontramos subiendo la cuesta.
Disfrutamos del Lago Lakar y el día 15, los cuatro, comenzamos el pedaleo por la ruta N° 234 en dirección a La Angostura. Todo para arriba 25 kms. de asfalto. Se hizo duro. Llegamos al puesto de Gendarmería y vimos un cartel que indicaba la existencia del Lago Meliquina (KM 41), unos 15 kms. de ripio, tierra adentro.
El Pingüino quería ver cada uno de los siete lagos y como creía que el Meliquina era uno de ellos, fuimos a su encuentro. El detalle es que estábamos bastante cansados. ¡Solo 15 kms. más! ¡ma sí! Dale que va. El lugar es hermoso y muy tranquilo, ya que: “no se acercan tantos turistas debido a que está fuera del recorrido de los 7 lagos”, comentó aliviado un lugareño. En el almacén de ramos generales del caserío que se recuesta a orillas del lago, nos recomendaron donde pasar la tarde y donde acampar agrestemente. Tomamos un chapuzón para probar las aguas del lago y fuimos a armar las tiendas. Recorrimos el caserío y nos echamos a dormir.
A la mañana siguiente, luego de un sueño poco conciliador por la molestia nocturna de los duendes nativos, iniciamos el regreso hacia la ruta Nº 234. A los 15 kms. de ruta, pasando el mirador del Lago Mochónico, nos encontramos con el Lago Hermoso (KM 71) y camping del mismo nombre. Allí pasamos el día 16 de Enero. Recorrimos la cascadita e hicimos piruetas desde un muelle de madera muy propicio para actividades acrobáticas que terminan, una y otra vez, en el agua. El cansancio de los primeros días se hizo sentir y, sin duendes merodeando, buscábamos dormir pacíficamente. No tuvimos descanso, pero esta vez, no por culpa de los duendes. La muchachada del camping estaba exaltadísima producto del consumo de sustancias festivas. Al Pingüino... le gritaron: ¡abuela!, cuando pidió silencio para poder dormir. No quedó otra, hubo de entregarse al ruido, como todos.
Mal dormidos, comenzamos el 17 de Enero. Juan Pablo y Javier habían hecho contacto, el día anterior, con unos muchachos de San Lorenzo y Hurlingham que, al igual que nosotros, andaban en bicicletas, pero con una botella de fernet por caramañola. Emprendimos la marcha y, para entonces, éramos diez. Sacamos la foto grupal frente al muelle y el lago y buscamos la ruta. A los pocos kilómetros están Lago Villarino y Lago Faulkner. ¡Bellísimos! Sin embargo, seguimos camino hasta el Pichi Traful (KM 103). El asfalto se había terminado algunos kilómetros antes.
En su inicio, el camino de ripio es angosto y todo rodeado de bosques. ¡Sublime! De pasada, bajamos a buscar agua al Lago Escondido. A continuación, se llega al Pichi desde una bajada ¡espectacular!. El camping agreste, pasando la casa del guarda parques, es, por lejos, el mejor de todos. Esta vez, por experiencia, nos hicimos pasar por “una familia” y dormimos en el sector tranquilo reservado para los que toman drogas legales (clonazepam, sertralina, etc.). De todos modos, ya acostumbrados al ruido, a la noche participamos de cuanta llamita se rodeara de humanos fogoneros.
El 18, nos encontró partiendo hacia el famoso Espejito. Debe ser tan chiquito que lo pasamos de largo. ¡Bah! En realidad, la entrada eran 2000 metros hacia arriba y nos hicimos los... distraídos. Decidimos llegar al Lago Espejo (KM 141) y desde allí volver. No volvimos... el espejo resultó estar muy lejos como para dar marcha atrás. La entrada al camping no está señalizada, se sigue un camino de tierra hacia abajo unos mil metros y listo. ¡Muy linda playa la de este lago! Ceniza volcánica cocinada a punto, (al dente). Baño tradicional en sus aguas y... ¡a dormir! con la tranquilidad que al día siguiente restaban no más de 15 kms. para Villa La Angostura.
Hacia La Angostura es todo asfalto, literalmente, el tráfico se hace más pesado, se llena de camiones. Saliendo del Espejo, a unos pocos kilómetros, está el cruce con la ruta que llega a la República de Chile. Entiendo que eso es lo que provoca un mayor caudal de tránsito (no sólo los lagos son caudalosos, por aquí). El problema con los camiones es que la banquina de la ruta, al estar compuesta de ripio, se hace inestable para la bicicleta, si uno viene pedaleando “parejito” por la capa asfáltica. Salvo estos pequeños inconvenientes, todo es paraíso. Primero se llega a un mirador que da al Lago Nahuel Huapi; luego, saliendo de la ruta en bajadita, se accede al puente sobre el río Correntoso que divide, en cien metros, las aguas del lago homónimo y el Huapi.
Ya en La Angostura, decidimos levantar tiendas en el camping de la Universidad Nacional de Cuyo. Hermoso lugar arbolado, de atardeceres violáceos a orillas del Huapi, ubicado a 2 kms. del centro de la ciudad. Aquí, el cuenta-kilómetros de Aftosa marcaba 165 kms. Juan Pablo, Rucci, Brian, Colo y May le sumaron unos 30 kms. con su incursión por los bosques de Arrayanes. De esa pedaleada no puedo contar nada que provenga de haberla experimentado. Me dijeron los muchachos que es bastante complicada por lo angosto del camino, su sinuosidad, relieve (consistente en escalones de gruesa madera nativa) y los muchos transeúntes; pero ¡imperdible! Aunque, Sergio y yo, no la hayamos encontrado (risas).
Sergio intentó “ensayar” de guía turístico con un trío de chicas que conoció en Pichi Traful, cuando “animaba” unos de los fogones con sus formidables ¡aro! ¡aro! A la primera curva complicada, antes de entrar al parque de los Arrayanes, una de las chicas perdió el control del rodado y salió rodando ella. El responsable guía improvisado no tuvo consuelo, debió quedarse a socorrerla. Por mi parte, ya agotado, suspendí la incursión “arrayánica” en la primera subida complicada, a unos doscientos metros del ingreso.
El 21 de Enero, a las 15:30 hs., arremetimos el tramo final hacia Bariloche. La ruta continúa en perfecto estado. A la derecha, durante casi todo el trayecto, se encuentra el Nahuel Huapi; a la izquierda, el bosque y, más adelante, un amplio territorio desolado que desemboca en el cruce con la ruta Nº 40. A lo largo de este trayecto de 80 kms, el viento hace sentir la cercanía del lago que quiere ser mar; el viento sopla y resopla sobre aguas, pinares y bicicletas. Llegamos a Bariloche a las 21 horas. Mucho tráfico desde el cruce con la ruta 40, en los últimos 20 kms.
Un par de noches de festejo por el final de la pedaleada de 287 kms. y un brindis: ¡por los caminos y paisajes transitados y por los amigos ganados!

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