Finde en Chivilcoy con nocturna incluída
Acá va un popurrí de fotos del finde en Chivilcoy, desde la nocturna Chivilcoy-La Rica hasta algunas exploraciones por terraplenes y puentes ferroviarios que van a ser recorridos en la próxima salida. Lo más audaz de todo el viaje: la ida en tren desde Once a Chivilcoy con sus idas y vueltas con la bici a cuestas, el horroroso trato de los mulos que pican boleto en la entrada de Once y la contrapartida de los empleados ferroviarios antiguos. Afortunadamente el viaje se desarrolló sin contratiempos y sin demoras, pero mientras a mi y mi bici me boludeaban desde Haedo a Once, en pleno viaje me cruzé con gente viajando entre vagones con, entre otros bultos, una bici de afilador, canastos con comida, macetas con plantitas y flores, y todo tipo de bolsos más grandes y pesados que mi humilde bici. Conclusión: viajé en turista por módicos $16 morlacos y mi GT viajó en el furgón de las encomiendas por $37. No fue el problema el precio, sino las idas y vueltas a la que te somenten. Una lástima, como siempre digo, que los trenes encima que andan como andan te traten como salame.
Afortunadamente la pedaleada nocturna fue un éxito total -excepto unos perros garroneros pero que no provocaron daño alguno-, el sábado estuvo espléndido el día y pude recorrer algunos posibles destinos para el verano, previa compra de terrenos en medio de un guadal en el que se me clavó la rueda delantera y me hizo eyectar de la bici unos metros más adelante. Por la sequía que hay en estos días se arman pequeños -y no tanto- remolinos (en criollo se les dice arrebol) que te llenan de tierra tipo talco y lo más peligroso: te impiden la visión en caso de que venga un vehículo de frente, cosa que sucedió en varias oportunidades. Así que si andan por esos lados hay que tener cuidado con eso, porque los dueños de los campos, con brutas camionetas, te pasan finito y a más de 70km/h. En cambio los lugareños con sus R12, sus Falcon y sus 504 viejitos frenan, pasan despacio al lado tuyo y encima te saludan.
Terminó todo en Ramón Biaus, en el almacén de Lopolito y sus fenomenales sánguches de queso de cerdo y chorizo seco.
Al otro día, tranqui a comer moras arriba del terraplén de la vía que pasa por La Rica.