"El Cóndor de América"

Han pasado poco más de 53 años de aquella
destemplada mañana del domingo 14 de octubre de
1956, algo fría, con viento y llovizna, cuando en
la ciudad de Trenque Lauquen, Buenos Aires, el
referente e ídolo más grande del ciclismo
mendocino de todos los tiempos, Ernesto Antonio
Contreras, escribió el primer capítulo de su gran
historia con el deporte del pedal al clasificarse
campeón argentino de persecución individual sobre
un recorrido de 4.000 metros, título que mantuvo
hasta 1963 al ganarlo en ocho oportunidades de
manera consecutiva, récord jamás igualado o
superado.
El Cóndor de América, así bautizado en la época
de los recordados Cruces de Los Andes entre 1967 y
1974 - dos primeros puestos, dos segundos, un
tercero y un séptimo - por el periodista deportivo
Marcelo Alejandro Houlné por sus increíbles
hazañas en la geografía de la montaña - Los
Caracoles de Villavicencio, La Cruz de Paramillos,
El Cerro Negro y Paramillos, Portillo y La Cuesta
de Chacabuco en territorio chileno.
Tenía entonces 19 años de edad (19-06-37) y había
debutado algunos meses antes como federado,
primera a cuarta categoría de la Asociación
Ciclista Mendocina, con un triunfo el domingo 22
de abril en el departamento de San Martín, para
clasificarse posteriormente tercero en el Premio
Cerro de La Gloria y más tarde, el domingo 13 de
junio, campeón mendocino de medio fondo al superar
a Arturo Tejedor uno de los más grandes de esos
años.
Por esos tiempos también sobresalían en el
ciclismo mendocino José Caterino, Emilio Pennesi,
Ricardo Godoy, Angel Fernández, Domingo
Castagnolo, Roberto Romero, José Rubilar, Luis
Araneda, Federico Federicci, Ernesto Robles,
Silvio Pannocchia, José Pannella, Rinaldo
Zangheri, los hermanos Francisco y José Sánchez y
José e Italo Marchiori, Domingo Zúñiga, Cirilo
Pegorín, Alejandro Pascualotto, Pedro Picón,
Antonio Murcia, Gregorio Ricarti, Hugo Barboza,
José Coria, Arturo Tejeda, Pedro Muñoz, Luis
Strawchitz, Felipe Crisafulli, Carlos Reyes y
seguramente muchos más.
Del mismo modo que el ciclismo nacional que se
nutría de notables exponentes, pedalistas de raza,
nombres ilustres, esforzados y heroicos habitantes
de las rutas del país, entre ellos el cordobés
Pedro Salas, Miguel Sevillano, Saúl Crispín,
Humberto Varisco, Dante Benvenutti, Ceferino
Perone, Oscar Muleiro, Oscar Pezoa, Alberto
Ferreyra, Duilio Biganzoli, Héctor Acosta, Rene
Simionatto y Ricardo Santos Senn, herederos de la
fama, el brillo y el prestigio que entre las
décadas del 20, del 30 y del 40 habían sembrado en
esas mismas huellas Manuel Fernández, José Guzzo,
Antonio de Lema, José Sampichiatti, el mendocino
Cosme Saavedra y su hermano Remigio, el
entrerriano Mario Matheu, Antonio Bértola y Julio
Alba, entre los más destacados.
En ese ambiente desembarcó aquel pedalista de
filosas piernas, pómulos salientes, ojos hundidos,
gruesas cejas, muy blanca y saliente dentadura,
grandes y callosas manos, el hombre que venía de
las viñas de Mendoza y que llegaba a Trenque
Lauquen como un ilustre desconocido para
convertirse en muy poco tiempo en uno de los más
grandes de la historia.
Si van al link encontraran más información con
respecto a la carrera de este gran ciclista.