EN VIAJE HACIA LABORDE

Cuando aquella mañana de verano salí hacia la
ruta, rumbo al pueblo de Laborde, lo hice en
compañía de un viejo lobo del pedal llamado Elso
Cristóbal Savino, un gran personaje de Corral de
Bustos (Córdoba) Un hombre de ochenta años que
todavía pedalea sus cuarenta kilómetros a un ritmo
sorprendente. Un amigo que me brindó cobijo en el
seno de su hogar junto a su mujer Adelia, otro
ángel de luz. Ellos fueron mis compañeros en la
Travesía Ciclopoética. Siempre que salimos con el
pulso del corazón a realizar aquello que amamos,
aparecen seres que nos brindan su protección, aquí
en la tierra. Elso Cristóbal me acompañó con su
bicicleta roja durante unos veinte kilómetros hasta el
pueblo de Laguna, es decir, hasta la entrada, sobre
la ruta. Paramos en una estación de servicio, allí
nos abrazamos y nos despedimos como un padre lo
haría con su hijo. Me fui sin mirar atrás y
comencé a pedalear en la inmensidad de aquel
camino inmenso de campo. El aroma de los sembradíos lleno
mi alma de viejas historias. Viajar en soledad nos
entrega una fortaleza muy especial, no se trata
solo de pedalear y tener un buen estado físico
¡No! Existen otras cuestiones muy profundas cuando
uno se entrega en la senda, el tiempo desaparece,
y surge la fortaleza espiritual. Un viaje en
bicicleta es una travesía hacia uno mismo donde la vida
se transforma en un acto de ser libre hacia la misma nada.