ETRURIA

Al salir del hotel Valladolid en el pueblo de Laborde, Córdoba, el viento me trajo el presagio de su poder y comprendí aquello que me esperaba en la ruta si toda esa fuerza estuviese en mi contra. Con la bicicleta lista para marchar, fui a saludar primero a la directora de cultura Cristina Salvay, luego hice lo mismo con Pina, la encargada de la pequeña terminal de ómnibus donde iba a comer todos los días. Al salir del local, enfilé hacia la salida del pueblo para tomar la ruta que ahora no recuerdo su número. Apenas hice una cuadra cuando desde un auto se bajo un señor con una calva brillante, me dijo que era de una emisora radial y que deseaba hacerme una nota porque se había enterado de la I Travesía Ciclopoética 2013 y le interesaba charlar unas palabras conmigo. Hicimos la entrevista en medio de la calle con un pequeño grabador digital. Le agradecí, lo saludé y otra vez puse proa hacia la salida de Laborde. Al hacer dos cuadras, noto que desde otro auto me hacen señas; se baja un muchacho diciéndome que era de la radio "rival" - la competencia - y me preguntó si podía acompañarlo hasta la emisora para realizar una entrevista en vivo. Le dije que si, lo seguí con la bicicleta y, una vez en la radio, le conté sobre el viaje que estaba realizando, nos tomamos un par de fotos y todos contentos. Me despedí otra vez y ahora si, tenía que llegar hasta ruta. El viento estaba fuerte porque traía los vestigios de la tormenta ocurrida la anoche anterior. Al llegar al cruce de rutas, el viento se puso más fuerte, bastante fresco por ser verano, tan frío que tuve que ponerme la campera negra con rayas blancas. Una vez enfilado hacia Etruria, comprendí que todo ese ventarrón venía del sur, cruzado y por momentos de frente. Me dije: "No. Dios. Otra vez. No puede ser." Cuando comencé a pedalear y avancé un par de kilómetros, comprendí que no me daría tregua por muchas horas. Fue doloroso pedalear contra esa dureza invisible; era tan fuerte que por momentos avanzaba a siete kilómetros por hora, tuve ráfagas que me sacaban de la ruta. No tenía otra alternativa, puse el plato chico, empecé a pedalear con mucha paciencia, no me desesperé porque además, no podemos hacer nada contra el viento. Es una batalla perdida. Si luchamos contra él, es mucho peor, siempre nos vencerá. Es un inmenso desgaste físico y mental. Hubo momentos muy tremendos, fueron cincuenta kilómetros con ese viento implacable, un padecimiento muy duro. Estuve pedaleando hasta que, luego de unas cuatro horas, pude divisar en la distancia la figura de varias personas que parecían ciclistas; eran los amigos que fueron a esperarme en un paraje llamado Chazón. Se acercaron tres de ellos, nos saludamos y eso me dio más fuerzas para seguir. El viento era solo una anécdota. Me dijeron: "Allá en la estación de servicio, están todos los muchachos que pertenecen al grupo AMIGOS DEL PEDAL." Fuimos hasta allí, y de inmediato nació el clima de algarabía clásico del humor cordobés, me saludé con todos, nos abrazamos, tomamos fotos, al fin pude abrazarme con Nahuel Vergara, el director de la FM. La Centro, el organizador de ese recibimiento tan emocionante para mi. Ellos me acompañaron los diecisiete kilómetros restantes - ya sin viento en contra - hasta la puerta del Hotel Acuarela donde fui recibido por la Directora de Cultura de Etruria, la señora Analía con una bolsa llena de regalos y me dio la bienvenida. Realidades mágicas que ocurren cuando uno se decide a salir por los caminos con el trabajo de la literatura y las convicciones del corazón. ¡Gracias!