PUEBLO DE CREPÚSCULOS
Al salir a la ruta rumbo a Etruria, de inmediato comprendí lo duro que sería pedalear con la fuerza de ese viento cruzado. Me esperaban setenta kilómetros de un pedaleo en contra del clima. Tenía que tranquilizarme y poner lo mejor de mí para no quedarme a mitad del camino. Casi siempre suelo andar a un promedio de unos veinte kilómetros por hora. Es un buen ritmo porque debido al peso de las alforjas, es imposible viajar más rápido, salvo que quiera desgastar mis piernas en poco tiempo. Ese tramo de Laborde hacia Etruria fue demoledor, por momentos solo podía avanzar a unos siete kilómetros por hora y, en un par de veces, el viento me sacó del asfalto, así soplaba desde el sudeste. Son los desafíos maravillosos de la vida ¿Qué sentido tendría si todo fuese tan fácil? En los momentos cumbres sale a relucir el espíritu del guerrero.
En ese pueblo de nombre mítico, me esperaba un amigo llamado Nahuel Vergara, era el contacto que había hecho desde Buenos Aires vía Internet, no nos conocíamos en persona pero ya vislumbraba la presencia de una gran persona. Nahuel, junto con un grupo de ciclistas, iban a esperarme en Chazón, un pueblo diecisiete kilómetros antes de llegar a Etruria, eso era todo lo que sabía y me daba empuje para seguir pedaleando en contra de ese vendaval que azotaba mi humanidad. Al ritmo que pude realizar fui avanzando con lentitud por el camino, paraba a descansar, me hidrataba, comía algunas frutas secas y retomaba la pared invisible de viento. Era un freno sin respiro. Nunca paró de soplar. Nunca paré de pedalear, como podía avanzaba metro a metro, kilómetro a kilómetro; las piernas dolían por el esfuerzo. La ruta se hacía cada vez más larga. Mientras tanto manteníamos la comunicación telefónica con Nahuel informando el avance de mi paso, en uno de los tantos llamados, me informa que todo el grupo de muchachos ciclistas ya estaban esperando en una estación de servicio de Chazón, eso me dio un gran impulso para continuar avanzando. Y así lo hice hasta que, luego de unas cuatro horas y media de pedaleo, divisé la figura de unos tres ciclistas que se acercaron en la ruta, eran parte de la comitiva de los Amigos del Pedal, así se llama el grupo de amigos que disfrutan de ese maravilloso deporte. Mi alma se iluminó, me llené de energía, nos saludamos y seguimos hasta encontrarnos con el resto del grupo. Me encontré con una veintena de personas maravillosas, con ese humor típico del cordobés y todos ellos me escoltaron hasta la puerta del Hotel Acuarela. ¡Gracias al Municipio de Etruria! ¡Gracias a Nahuel Vergara y a toda la gente hermosa de ese pueblo de crepúsculos!
Opinion de PUEBLO DE CREPÚSCULOS
Gracias Alejandro, hay que corregir, tengo que sentarme y escribir toda la historia del viaje, abrazosssssssssss
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