COLONIA HANSEN

Fue una experiencia maravillosa encontrarme en ese lugar de magia en el medio del campo, a orillas del tiempo, donde la nada se mezcla con realidades profundas en la provincia de Santa Fe. Fusionar mi corazón con los maizales, sentir el aroma de la tierra, conocer al único habitante que resiste en la inmensidad, un hombre de surcos y semillas llamado Emir, el último habitante de la Colonia Hansen, un pueblo que detuvo su marcha para perderse en la inmensidad. Allí funciona un bar llamado "El Dolar", lugar de encuentros entre los habitantes de otros parajes cercanos. Viejas historias de parroquianos, golondrinas que llegaban para las cosechas, leyendas de amores imposibles, inmigrantes añorando la patria perdida, festejos, bailes al costado de los caminos, todo ocurre en el mismo tiempo de otro tiempo.
La vida se manifiesta de una forma inexplicable con palabras. La tarde estuvo cubierta de nubes fusionadas con otros sitios invisibles, donde moran seres de otras regiones del alma. Los sembradíos a punto de explotar mostraban la fuerza de una tierra trabajada por hombres de humus. Colonia Hansen viajará conmigo por siempre y hacia el silencio del nuevo camino que está por comenzar.

Juan Pomponio
25 de febrero de 2013