Una aventura Épica

Acá les dejo un relato que me pareció merece ser compartido
con el permiso del autor y protagonista de esta aventura sin mas preámbulo les dejo el relato y algunas de las fotos que acreditan el testimonio.

bueno, conlas fuerzas que me quedaron, empiezo recién a estas horas de la noche a escribir el mail que me exigió el capitán (Germán, obvio).
Salimos ocho Quique, Javier y yo. Viento en contra y calorcito, pero le pusimos huevo y llegamos a la Shell antes de las nueve. Nos hidratamos y salimos para el Pereyra. En vez de entrar, seguimos por el asfalto hasta que cruzamos la via y fuimos paralelo por un sendero hasta el primer puente del Baldovino (donde solemos parar y sacar la foto de rigor. Ahí le metimos pata por el sendero que está a la margen derecha, cruzamos la autopista por abajo y todo seguí perfecto. Ahí empezamos a comernos (literalmente) los doscientos millones de cardos y la cosa se puso jodida pero avanzábamos.
Llegamos a un pequeño puente que está cerca de la autopista todavía, tomamos un poco de agua y ahí empezaba lo peor (o lo mejor). Partes en bici, partes a pata hasta que fue todo a pata. Los senderos desaparecían, campo traviesa, luchando con las famosas enemigas acacias para hacernos el paso. Ahí Quique pinchó la rueda de adelante, pero como ya no andábamos seguimos.
Se fue poniendo más feo hasta que el camino se cortó en un pequeño brazo del Baldovino sin agua pero con un lodazal de aquellos (verán abajo las fotos). Tratamos de esquivarlo, pero fue imposible. Entonces a cruzar con el barro pasando las rodillas y Javier casi pierde las zapas porque, según el, está un poco excedido de peso y se hundía más que Quique y yo (no es que lo quiera defender, el tema es que tiene huesos grandes y retiene líquidos). Bueno, pasamos como pudimos mientras los tábanos nos mordían de lo lindo.
Las acacias seguían poniéndose más juntas, pinché yo, pero seguimos porque todo era a pata y seguro que pinchábamos a los pocos metros.
A esta altura, Javier y yo estábamos empecinados en llegar a la playa del río por tozudos y no queríamos abandonar, estábamos en el baile y había que bailar. Quique nos quería matar porque nosotros le decíamos que estábamos llegando al río pero faltaban muchos kilómetros (nosotros lo sabíamos pero había que levantar el ánimo).
Al rato, otro bracito para cruzar pero por suerte había unas ramas que nos evitaron otra hundida en el fanguito espeso. A partir de ahí, muchos sauces, más agua en el arroyo, pero seguían las complicaciones porque estaba lleno de árboles tirados y había que pasarlos por arriba. Las lianas te enganchaban las zapatillas, los pedales el manubrio, etc. Quique a esta altura estaba que volaba, pero la motivación era llegar a la playa para volver por la arena hasta punta lara y evitar un retorno por el mismo camino que nos hubiera hecho desesperar.
De repente, se acabaron los grandes árboles y empezó un cañaberal durísmo porque el sendero estaba hecho para que pase alguien caminando sin la bici y lo peor fueron los mosquitos. Qué locura, te atacaban de a cincuenta.
Después de tres horas, llegamos a la desembocadura del Baldovino, pero lo único que veíamos era agua y nada de playa para volver rápido a Punta Lara. ¡Imagínense como estaba Malagamba! Así que dejé la bici y me mandé entre los juncos y encontramos la bendita playa. ESPECTACULAR, valió la pena todo el esfuerzo, pinchazos, mosquitos, caidas, etc.
Ahí nos relajamos, dejamos las bicis en la playa solitaria, nos pusimos en bolas y nos metimos al rio. Bárbara el agua, bien fresquita. Sacamos fotos, nos cambiamos y empezaba la segunda parte complicada: arreglar las bicis. No estaba el capitán Aranciabi y tampoco el sub capitán Diego, así que entre los tres inexpertos empezamos la lucha titánica para emparchar y cambiar cámaras (tres cámaras y tres emparchadas). Les confieso que los extrañamos, parecíamos los tres chiflados en el capítulo que son plomeros y se inunda la casa.
Al final pudimos (más o menos, porque la de Javier y la mía quedaron más o menos) y salimos a fondo porque ya eran como las dos de la tarde y estábamos en la costa de Beraza (imagínense a las patronales). Linda recorrida de la playa virgen y hasta pudimos ver un lagarto overo grande. Después, llegamos a Boca Cerrada, subimos al asfalto y ahí todo era un lujo.
Le metimos ritmo hasta que por la zona de Jockey nos tomamos un litro y medo de agua y llenamos las caramañolas. Después, huevo (mucho) por diagonal hasta 2 y 38 donde Quique se fue para lo de "aquella" (que cuente Quique cómo llegó, creo que algún contra tiempo más tuvo) y Javier y yo seguimos hasta lo de los respectivos suegros. A las tres llegué y me encontré con que Silvina al final no había ido, cambió de idea sin avisarme (para que escarmentara por la hora de llegada, estimo eso) así que tuve que volver solito, con la rueda de atrás casi en llanta (me quería matar de verdad).
En fin, una experiencia inolvidable y creo que irrepetible en el corto plazo. Dependerá del Capitán motivarnos nuevamente.
Por último, gracias a Quique y Javier por bancarse mi inexperiencia en la organización y por no bajar los brazos cuando se puso peluda.
Les dejo las fotos que sacamos y mañana les estimo los kilómetros porque en uno de los tantos golpes perdí la computadora china (la que me había desconfigurado Germán).
Feliz año para todos!